Walter Benjamin
Veo un tren remolcado por un auto. Es la
fuerza imparable del motor del crecimiento. Argentina y Brasil en desarrollo
como adolescentes indigestados con anabólicos.
Fabricamos autos y tenemos graves problemas con el transporte. ¿Habrá que pincharle la goma al tren del desarrollo?
Fabricamos autos y tenemos graves problemas con el transporte. ¿Habrá que pincharle la goma al tren del desarrollo?
Buenos Aires y Sao Paulo comparten la
misma contagiosa enfermedad latinoamericana, la enfermedad del gigantismo,
macrocefalia, un cuerpo raquítico con una cabeza enorme, la megalópolis
se hace imposible de gestionar, colapsó la maquina, se tildó.
Somos bytes sudando en colectivos y trenes
abarrotados. Buses de datos que llegan hastiados. La ciudad es la fabrica,
nosotros el insumo de la maquina.
La humana materia prima del sistema que
produce orden y progreso en el corazón de una bandera.
Un banco de desarrollo. Un tren llamado petróleo. Un deseo llamado progreso. Tren loco que no frena.
Tren de autos en las autopistas hechas de petróleo, en las gomas, en la gasolina.
Petróleo en el medicamento del que se enferma consumiendo petróleo en la comida. Petróleo en las noches de luna, en el bocinazo, en la cocina, en la cama, en la sonrisa...
Pan y circo, soja y fútbol, vender
camisetas sintéticas de petróleo, zapatillas tecnológicas de petróleo, jugar un
deporte de plástico.
Y llegar a ser la sede del campeonato del
fútbol bancario, de la vidriera de los millonarios, el fútbol que juegan las
bolsas de comercio, el masaje mental diario. Jugadores comodities, el ultimo
gol de la especulación financiera. ¿Cuantos boletos (con aumento) nos podría
comprar Ronaldo con lo que gana en un mes cualquiera?
¡Queremos ser como ellos! ¡Jugar el fútbol
del primer mundo, digo, de primera! ¡Que todos vean que bien nos ha salido la
copia! ¡Ya somos un país desarrollado! Que problema...
A.V.E.
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