martes, 27 de junio de 2017

Es la ecología, estúpido

La frase “Es la economía, estúpido” fue popularizada durante la campaña que otorgó a Bill Clinton la victoria contra Bush padre en 1992.

Originalmente decía “La economía, estúpido”, sin verbo.

Desde entonces ha sido popularizada y reformulada cada vez que alguien quiere enfatizar la importancia de un asunto para la consecución de un objetivo.

El resultado fue la popularización de un concepto, de una idea. Lo que terminó poniéndose de moda es la importancia de la economía por sobre los demás aspectos.

Se la uso mucho para la economía (Es la economía, estúpido), otro poco para la política (Es la política, estúpido). La cultura todavía no tuvo el honor. Mucho menos la ecología aunque el planeta se prenda fuego. Eso ya no sería de estúpidos sino de suicidas. 


Envenenados

En los 90 los economistas fueron las estrellas de los programas de tv. La economía iba a resolverlo todo. Desde el 2003 el kirchnerismo inauguró la impronta de la vuelta de la política. Todo pasó a ser “político” y estalló la rosca.  ¿No faltará dar ahora el principal y más profundo debate, el de la cultura?
¿No quedó claro que la derrota electoral fue una derrota cultural?
Cultura es cultivo, de ahí viene la relación con la ecología. De la relación del humano con la naturaleza, de sus símbolos, de su identidad vinculada al paisaje.  
Habrá que pensar en cómo cultivamos para ver qué pasa con nuestra cosecha cultural.
Porque la cultura es el ambiente. Es el ambiente humano, entidad biológica que se extiende desde su cuerpo como bien plantea Rodolfo Kusch, lo mejor y menos leído de la filosofía peronista. La cultura es nuestro modo de ser, es nuestro medio ambiente. Y la verdad andamos todos medio envenenados. ¿O no?


Cultura o Ideología

 “Es la ideología, estúpido” no estaría nada mal, pero no alcanza. La cultura incorpora valores espirituales, supera lo mental, lo teórico, lo racional. Se inculca en el corazón, una forma de ser, una ética, una tradición.
Lo cultural incluye una cosmovisión, una espiritualidad. ¿Cómo es la cultura peronista, la cosmovisión peronista? ¿O será que el peronismo es una ideología? ¿La cultura peronista es una cultura de masas o es una cultura popular? Porque dulces o saladas las masas son siempre más o menos iguales en todo el mundo. Los pueblos para ser pueblos tienen que tener una identidad. Masa y pueblo no son la misma cosa. ¿Somos los argentinos una masa o un pueblo?
Los pueblos tienen himno. Las masas solo vitorean la introducción.


Bipartidismo fluo. La política de la posmodernidad

Lo que está sucediendo es que la dinámica electoral nos está tapando el bosque y de bosque queda ya muy  poco. Mucha rosca y mucha soja.
Se ha instalado un nuevo esquema partidario que gira en torno a figuras. Estamos presenciando que en menos de dos décadas las estructuras de la UCR y del PJ estarían dejando de existir.  De los viejos partidos con doctrinas, ideas y tradiciones  a partidos ágiles y modernos, que no necesitan de tantas explicaciones. Los viejos por la ventana. Llegaron los jóvenes. Y los jóvenes son el futuro, claro que eso no significa que el futuro sea mejor.
Es como si hubieran bajado la franquicia de la política desde los moldes europeos con pelos teñidos.  Esa forma tan cheta de las elecciones socialdemócratas. Sin bombos. Sin folklore. Casi una rave. En cualquier momento una aplicación para el celular. 


Los tres peronismos

Todo conductor estratégico debe manejar mínimamente algunos elementos de las ciencias físicas en tanto relaciones de fuerzas, masa, movimiento, energía. Lo unido es más fuerte que lo separado, la fragmentación tiende a fragmentar, lo centrífugo se convierte en inercia.
Para mi cumpleaños me hicieron una torta con el dibujo de unos dedos en V. Cuando la tuve que cortar para repartir las porciones me dolió y pensé. ¿En dos o  en tres? La corte en dos porque no me quedaba otra, mi deseo de cumpleaños fue la unidad.
El peronismo va en tres pedazos y esa es la foto de lo ineficaz que ha sido como oposición. Hay que resolver eso de modo urgente, sin especulaciones. El problema es doctrinario.


 Concentración urbana, negocio político

La campaña más unitaria de la historia resulta de una terrible deformidad demográfica de la República Argentina que lamentablemente también es una deformidad latinoamericana.

Las megalópolis del desarrollismo, ciudades inmensas, gigantes moles de cemento de cientos de quilómetros, concentran la mitad de la población con su modo de vida acelerado y ruidoso, con su hacinamiento. Son las grandes ciudades las que tienen el poder de definir una elección. Es el poder de la superpoblación e imprimen la dinámica administrativa a todo el resto. Van burocratizando todo. La mitad de la población vive en ciudades. A la otra mitad le importa un pito el Metrobus. La otra mitad quiere que no la fumiguen.
En un territorio más grande que toda Europa ¿Por qué tenemos que vivir todos tan apretados? ¿A quién le conviene este pogo en el bordecito del mapa? ¿Para que este feed lot humano? ¿Será que se están choreando todo el resto del territorio?

¡Metansé todos en el baño que esto es un asalto! 


Prométeme que me gusta

Lo central será cambiar el método, por no decir toda la táctica.  No menor es el tema de saber a dónde quiere conducir la conducción, de que se trata el tan candidateado “proyecto”. El discurso retro ya no garpa. Hay que salir a explicar bien clarito el "hacia donde".
No alcanza con la retrospectiva de enumerar todo lo hecho. Hay que prometer y cumplir. Prométeme que me gusta. Una prospectiva.
Quedarse en la enumeración de todo lo hecho con el gesto adusto de quien espera agradecimiento espanta. Hay que entusiasmar con un discurso, hay que volver a enamorar. 

Estamos en campaña.