Después de un cuarto de siglo de monocultivo transgénico hemos llegado a la peor crisis alimentaria, económica, social y ambiental del país. Ahora se suma la crisis política.
Ni con retenciones el modelo es exitoso.
Desde 1996, año en que se aprobó el ingreso de la soja transgénica al país, no
paramos de sumar hectáreas al monocultivo y pobres a las estadísticas. Todos
los gobiernos, no importa su signo ideológico, quieren sembrar mas soja, ahí no
hay grieta. Después de un cuarto de siglo de exportar alimentos más de la mitad
de los niños argentinos sigue con hambre.
El derrame de la copa neoliberal nunca
llegó ¿Dónde quedó el derrame del modelo extractivista?
Los números de la bancarrota económica no
fueron lo suficientemente persuasivos y el límite al desastre lo tuvo que poner
el río. La bajante histórica del río Paraná es la más evidente muestra del fracaso
del modelo de desarrollo propuesto por el agronegocio y se lleva puesta a todas
las alternativas políticas.
La
soja seca al río
El avance del cultivo transgénico genera desmonte,
pérdida del bosque nativo, arrasa humedales e incendia la selva tropical. La
dramática pérdida de monte nativo en Argentina y los recientes incendios forestales
en la Amazonía brasileña son ejemplos claros de la desertificación sojera, de
la devastación de la selva tropical para ganar hectáreas y billetes en la
exportación de granos transgénicos.
Toda la humedad y la retención de gotas de
estos ecosistemas se pierden. Los ríos nacen de las nubes de humedad, los ríos
son producto de las lluvias. El desmonte que hace disminuir las lluvias es el
mismo que hace bajar el nivel del río. El desmonte es la principal causa de la
bajante del río Paraná. Y con el Paraná bajo no se puede sacar la soja y hay
que dragar y dragar para que puedan pasar los gigantescos barcos
portacontenedores y así poder exportar el mismo cultivo que seca al río. Esta
es la principal paradoja Sudamericana.
Una ideología mercantilista y materialista,
ya sea de derechas o izquierdas, desesperada por el ingreso de divisas y que se
desentiende de la comprensión de los ecosistemas. La linealidad del cálculo
económico en busca del rápido beneficio, tanto de la economía liberal como de
la keynesiana, ignora la circularidad, los necesarios ciclos de renovación de
la naturaleza. La naturaleza es circular
y la racionalidad económica es lineal.
Sin soberanía sobre nuestros ríos,
montañas, lagos, minerales, mares o genes, no habrán planes sociales que
alcancen. El problema no es la pobreza sino la ausencia de soberanía, la
incapacidad de nuestros dirigentes para defender nuestras riquezas de la
extranjerización.
La
Pacha devuelve su ofrenda
Dragar es mover el fondo del río, y hay que
preguntarse qué es lo que hemos dado todos estos años al río Paraná. La Pacha
devuelve su ofrenda. El dragado moverá la memoria del río y emergerá a la
superficie lo que se ha ido acumulando en el fondo.
Como la renta marginal de la tierra obtiene
su ganancia de la cercanía del cultivo a la principal vía de exportación, a todo
lo largo de la “hidrovÍa” la soja es la reina del paisaje y la contaminación
con agrotóxicos vertida por todos estos años, en todos esos kilómetros de soja,
ha ido a parar al fondo del río. La utilización de plaguicidas se incrementó en
un 900% en los últimos 20 años y hoy se escurren al Paraná 500 mil toneladas de
agrotóxicos por año. Un embotellamiento de camiones cargados con agroquímicos
desde Capital Federal a Capilla del Monte.
No estamos hablando de la contaminación de un
río más, el Paraná es el nervio principal de toda Sudamérica, son 4000 km
recorriendo Brasil, Paraguay y Argentina, países que se dedican a pleno al
monocultivo de transgénicos.
La
soja como minería a cielo abierto
Al río Paraná le sucede lo mismo que a los
ríos contaminados por la minería a cielo abierto. Otro río víctima del
extractivismo.
Como ya es de común conocimiento la minería
cianurífera utiliza químicos poderosos para separar las piedras de la montaña dinamitada
del mineral puro, un proceso a base de cianuro que se llama lixiviado. Luego
ese lixiviado, o sopa de químicos, es guardada en diques de cola que con el paso
del tiempo se fracturan, los químicos se filtran al suelo y llegan hasta los
ríos. En febrero de 2018 en la provincia de San Juan se contaminó el río Jachal
con un millón de litros de vertidos cianuríferos y metales pesados. En esos
ríos tóxicos beben las familias cuyanas y abastecen su frágil economía de
animales de crianza.
La inmensa riqueza mineral de nuestras
montañas se exporta y las consecuencias ambientales son nuestras. El cianuro es
de nosotros y las riquezas son ajenas. Eso sí, estas empresas extranjeras no tienen
permitido contaminar los ríos en su país de origen porque ahí sí existen
legislaciones que protegen al medio ambiente.
Pero el proyecto minero más grande es el de
la soja. Porque también son minerales los que se extraen al cosechar el poroto.
Miles y miles de hectáreas de monocultivos transgénicos que extraen la rica nutrición
de los suelos argentinos para subirlas a los barcos en millones de conteiners.
Son los nutrientes y el agua de nuestros suelos lo que se fuga. Eso sí es fuga
de capitales.
La sojización es minería a cielo abierto,
una actividad extractivista que demanda grandes cantidades de agua para el
riego y que vierte contaminación química en los ríos, pero que en vez de sacar minerales de las
montañas absorbe los nutrientes directamente del suelo.
El
proyecto minero más grande de Latinoamérica es de Bayer- Monsanto, subsume al
80% de la superficie cultivable de la Argentina y el Paraná es el río
contaminado de esta megaminera, su primera víctima.
Del
cianuro al glifosato
La explotación minera del suelo no usa
cianuro, usa glifosato, un químico cancerígeno que se vierte a razón de 500
millones de litros anuales. 500.000 toneladas de venenos cancerígenos entran
todos los años a las entrañas del suelo argentino, asesinan toda diversidad de
microorganismos, se filtran a las napas subterráneas y viajan por el mismo río
por el que sale a la venta la soja.
A la vera de las costas santafecinas, entrerrianas
y correntinas la bajante deja a los barcos apoyados en las riveras sobre un
lecho seco, un paisaje desolador. La bajante es tal que se puede ir caminando a
las islas que estaban en el medio del curso de agua. Es el punto más bajo desde
hace 140 años señaló Juan Barús, Subgerente de Sistemas de Información y Alerta
Hidrológica del Instituto Nacional del Agua, INA.
Las aguas bajan turbias y una sopa poderosa
de pesticidas se concentra a medida que el río baja. Al haber menos lluvias la
concentración de agrotóxicos en el Rio Paraná sube, los venenos están menos
diluidos y el dragado removerá ese fondo de barro y químicos sumamente tóxicos
a riesgo de que entren a la red de conexión de agua, se evaporen y emerjan a la
superficie perjudicando seriamente la salud y el ambiente.
1.500.000 personas viven de ese río, el
cual sirve de abastecimiento de agua a barrios enteros que tuvieron la suerte o
la desgracia de alojarse a la vera del toxico Paraná.
La
salud es la ecología
Los peronistas del siglo XXI parecen haber
olvidado el Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo de Juan
Domingo Perón. Ni siquiera en una pandemia que pone en el centro de la escena
el tema de la salud piensan salirse del modelo contaminante de la agroindustria
toxica.
El modelo de desarrollo reprimarizador de
exportación de materias primas no resultó viable ni económica, ni ambiental, ni
políticamente. Solo concentró riqueza en un minúsculo sector de la sociedad,
dándole poder de veto y otorgándole la capacidad de estrangular la economía de
divisas extorsionando a todo el pueblo argentino.
25 años de soja, de aumentos en los precios
de alimentos, de pérdida del monte nativo, de desaparición de humedales, de
desertificación, de aumentos comprobados en los casos de cáncer en los pueblos
fumigados. Ahora es un ecosistema entero
la víctima del modelo. ¿Qué mas hace falta para decláralo agotado? ¿Perder
elecciones?
En el marco de esta nueva época donde hipócritamente
cobró centralidad la importancia de lo sanitario pareciera quedarnos ya a todos
claro que la salud es más importante que la economía.
¿Pero no depende nuestra salud del medio
ambiente?
¿De qué salud puede hablarse mientras se
profundiza el modelo extractivista?