miércoles, 3 de agosto de 2016

La ley de privatización de las semillas

Llaman desarrollo al engorde... 
y crisis a la faena



Como nos gustan las gringas. Así altas, rubias y de ojos azules. La paramos al lado de una criollita nuestra, morocha, petizona y retacona… ni hablar...  Nos gustan las gringas. Porque son perfectas. Con la piel lisita. Como los tomates que vi el otro día en la verdulería. Redonditos y pulidos, casi una pelota roja de agua. No como esos tomates de antes medios deformes llenos de gajos y mordidos por algún bichito. No. Tomates perfectos. Yo lo que vi fueron tomates perfectos, tan perfectos que parecían de plástico. Como las gringas esas que tanto nos gustan.

Y así, mientras estamos hablando de gringas y tomates estamos hablando de política, pero política de en serio, porque políticas hay muchas y a todos les encanta decirla como palabra mágica. Es la política compañero… Veamos.


La política de poder

Es esa que conocemos mas o menos todos, algunos la practican, a otros los convidan y los mas opinan de vez en cuando de ella sin que a nadie le importe un pito su opinión. Conocida con el apodo de “la rosca” es todo lo que se hace para tener EL poder. No importa que. Tampoco importa para que, lo único que importa es llegar ahí, a ese trono donde está el poder y desde donde todos ahora van a obedecer. Si hay que pisar cabezas se pisan, si hay que traicionar, se traiciona. No hay códigos, ahí ya no importa nada. Es el paroxismo del pragmatismo. Lo único que importa son los votos, las candidaturas, los cargos, las sonrisas hipócritas, quedar bien.

El convidado milita con furor al mejor postor de la política de poder porque cree, intuye o sabe fehacientemente que su candidato es el mejor. No conoce muy bien que piensa, como se maneja en la vida o si lo invitaría a comer un asado o le presentaría a su hermana. Pero LO milita porque es la opción de poder, el camino para llegar y desde ahí si que sí.

No hay que detenerse en elucubraciones programáticas porque eso es cosa de troscos. Hay que tener poder y después se ve para qué. La lista interminable de problemas complejos del país, las nuevas formas sutiles de dominación no importan. Ya se contratará a alguien para que lo resuelva cuando tengamos el poder, porque para eso está la guita, para usarla.


La política nacional

En uno de mis primeros trabajos me encontré con una frase que me chocó ya de pendejo. Había que enjuagar los trapos para limpiar el piso cada 30 minutos. Le llamaban a eso “política de trapos”. Qué lugar de mierda para la política pensé yo, pero quería decir “forma de manejarse con los trapos”. Es una común acepción de la palabra política, como “forma de hacer” ¿Cuál es tu política con respecto a esto o aquello? Mi política para el asado es hacer primero el fuego, por ejemplo.

Ahora cuando se trata de algo mas alto y valioso como es una nación, la política es la forma de hacer una nación. Esa es la política nacional. Y para tener una política nacional hay que saber por lo menos qué es una nación, como está, donde está, por que está como está, y que se quiere hacer de ella.

En ese sentido estar al tanto de las nuevas formas de dominación, como se manejan las grandes corporaciones transnacionales, como es el sutil manejo de la sugestión de los medios, como intentan apropiarse de la biodiversidad y de los Recursos Naturales, en qué nivel nuestro país depende de estos actores, eso es empezar a ver los problemas de nuestra nación.

Para eso habría que empezar por recordar que teníamos una, que fabricaba barcos y aviones con acero propio, que a esa nación de antaño la diseñaba el propio pueblo con su trabajo, pueblo que disponía de las riquezas de su suelo para hacer esa bella obra que era la nación Argentina. Una bella obra de obreros obrando.

Política de trapos. Nos dejaron un balde con agua sucia y la rutina de estrujar cada media hora. Rutina que no nos deja pensar quien nos ensucia el agua ni para quien trabajamos.

La política de poder se disfraza de importante para estar corriendo atrás de la pelota de lo urgente. No tiene más vuelo que el de una gallina.
La política nacional observa como un cóndor la situación y luego baja en picada a resolverla.


¿Cuáles son los temas que importan a nuestros militantes de los Movimientos Sociales?
¿O deberíamos decir, Organizaciones Sociales?

Porque no es lo mismo una organización social que un movimiento social. Un movimiento social, cual lento movimiento sísmico, es un movimiento de la sociedad, una mudanza de pensamiento y luego de acción. Es un corrimiento cultural.

La inseguridad es un movimiento social. La ecología es un movimiento social. También el pragmatismo materialista.


La ley de semillas

Se viene la privatización de la semilla y no parece importar mucho el tema. En esa sutil jugada de Monsanto perdemos todo pero nadie habla de eso porque todos están con LA política.
Se argumentará que la burguesía nacional tendrá ahora la capacidad de competir en las altas esferas de la tecnología de punta y será reconocida internacionalmente como tecnología Argentina. Un orgullo.  Los Grobo, la burguesía nacional del siglo XXI.

Se argumentará que el Estado tiene que poder intervenir con Investigación y Desarrollo en el patentamiento de las nuevas semillas, y el actual ministro de ciencia y tecnología deberá irse a las manos con el anterior que era mas nac & pop.

El patentamiento de las semillas es la privatización de la vida en su origen. La semilla no puede ser privada ni estatal. Es un bien público no estatal y a su vez un patrimonio cultural de la humanidad. Que la privaticen es la imposibilidad de los campesinos, originarios o criollos, de mantener sus tradiciones, sus gustos, sus culturas. Es perder la soberanía alimentaria en la base de su concepto: elegir como y que sembramos para comer. Es dar rienda suelta al monopolio de las semillas, al monocultivo, al control genético de lo que sea mejor para el mercado.

La semilla mejorada busca un buen comprador. Su fin es el negocio, no el alimento. Nos van a manejar el gusto a través de la coqueta apariencia en las góndolas de esas bananas amarillas impecables, tomates tenis y naranjas sin celulitis, llamativas a la vista, pero de sabor soso y aguado. De la misma manera que hicieron que nos gusten las rubias de ver tanta película yanqui  y propaganda con modelos importados.


El enemigo principal

Siempre nos dijeron que si no se tiene claro cuál es el enemigo principal se está tirando tiros al pedo, por no hablar del “fuego amigo”.

¿Y si el enemigo principal es La Ciencia?

Debemos ver de una vez por todas que la ciencia no es neutral y que va de la mano del mercado, de los negocios, de los que tienen la papota, de los que financian las investigaciones, de Monsanto, de los bancos. El modelo científico del poder financiero manda a privatizar las semillas.

¿Sera que todo esto de la ciencia, la tecnología y el progreso es un cazabobos?
¿Alguien se acuerda del sabor al pollo de campo, del tomate en gajos, de la mazorca criolla, del zapallo cosechado con la cascara dura y gris pero por dentro de un sabor exquisito?  Lo que importa es lo de adentro.

¿Estaremos condenados a los tomates perfectos con sabor a nada? ¿Cómo las gringas?
La mejor genética criolla es la tradicional mezcla que no se puede hacer en ningún laboratorio, mezclas de indios y criollos, nuestro propio gustito orgánico, no transgénico. El sabor de nuestro suelo.

Es nuestra identidad la que está en juego. No hay argumento económico que nos haga claudicar de lo que somos. Somos nuestras semillas, criadas hace miles de años por nuestros abuelos. Somos ese alimento criollo que rueda por nuestra sangre, con su particular carga de historias mamando luz de específicas puestas de sol. Energía solar del lugar. Somos un azar único e irrepetible vibrando en la danza de la tierra.

¡Brindemos por nuestro desarrollo! ¡Brindemos con copas llenas de vino transgénico!

Al gran pueblo argentino…

¿Salud?


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