jueves, 9 de junio de 2016

América Latina espejo roto

La etapa de la humanidad

La actual etapa que atraviesa la humanidad toda esta signada por una profunda crisis de cambios de paradigma. El cambio paradigmático, en sus órdenes científicos, culturales y políticos, condiciona de modo profundo las formas de abordaje de los diferentes emergentes, crisis que a modo superficial se expresa en los entramados complejos del tejido social. El sistema de representaciones del paradigma hegemónico de la sociedad industrial se encuentra con las limitaciones físicas propias de una naturaleza cuya forma y sustancia hace evidente el condicionamiento material de sus recursos y el delicado equilibrio de los ecosistemas.

La vida misma ha sido puesta en crisis, no solo en términos de sustancia material sino como idea, como plano de las representaciones simbólicas de lo que significa ser una vida.
El poder absoluto de entidades dinerarias y especulativas, la hegemonía de la economía financiera ha logrado emanciparse del trabajo objetivo, corriendo de escena la vinculación del hombre con la realidad que suponía la sociedad industrial en sus inicios.

El trabajo no es ya el factor que otorga valor, ni a través de su proceso físico como energía libidinal puesta en materia, sino que ni siquiera ejerce un modelo de identificación en las representaciones sociales como lugar digno de ser habitado. El trabajador es construido, por las estrategias culturales de los medios hegemónicos de comunicación, como un consumidor con derechos. Se invierten así las polaridades y los roles, y la función de productor de cosas, realidades, creaciones humanas, es subsumida como medio de obtención de dinero para lograr el fin de consumir.


La coyuntura regional

En América Latina, y en la República Argentina en particular, la destrucción de un aparato industrial en algunos casos semi-independiente, en otros profundamente colonial, ha generado la paradoja de tener demandas sectoriales por recuperar la industria a costa de perder la nación. No se reclama ya por la independencia de un aparato industrial-estatal sino por la recuperación de la actividad a cualquier costo, incluso el de recuperar la industria desde el paradigma extranjerizante y sumamente dependiente de las empresas monopólicas.

De esta manera se pide a los gritos engarzarse de modo subordinado y escalvizante al proceso de mayor internacionalización productiva que ha tenido la historia humana. Se ruega para que nuestro país sea  destinatario de inversiones extranjeras, cual panacea que resolverá las necesidades laborales de los argentinos. Como si estas empresas tuvieran ese filantrópico objetivo.

El problema de hecho es cultural. La estructura económica del país no es más que el resultado físico de un modo de ver y entender sus necesidades orgánicas. La economía es el resultado material de las representaciones culturales, como lo es el cuerpo de las emociones del espíritu.

Los argentinos sufrimos el más alto grado de colonización cultural de nuestra existencia, al punto tal de reclamar dominación y festejar la esclavitud como realidad efectiva.

Han desaparecido del imaginario de la dirigencia política las ideas de industrialización autónoma, de fabricaciones estratégicas financiadas, controladas y pensadas desde el Estado y para sus habitantes. El Estado se aleja de su lugar industrializador a la misma velocidad que la sociedad sucumbe en los destinos de la indigencia.

La hegemonía mundial de la cultura especulativa, la liquidez de la modernidad, no es excluyente del
mundo empresarial. Los presupuestos y designaciones presupuestarias de las partidas estatales están también sujetos a los criterios del interés y cálculo especulativo.

Simplemente con una partida de una pequeña área del Estado bien invertida en un plazo fijo se logra cubrir el 30 por ciento más de su actividad a no ser que se la destine a continuar por los oscuros caminos de la corrupción para maximizar las tasas o en la compra de bonos y acciones, lo que sucede en la mayoría de los casos.

Una parte del presupuesto del Estado puede pasar a ser una inmensa masa de dinero para invertir en la especulación financiera. El resto se administra para contener la protesta social.

En definitiva la cultura especulativa ha contaminado todo, se ha convertido en la cultura hegemónica, la cultura especulativa como etapa superior del individualismo.

Los últimos gobiernos latinoamericanos, con las excepciones de Hugo Chávez y Evo Morales, responden, en rasgos generales, mas a un esquema de versión sudamericana de la socialdemocracia europea, que a esquemas pensados desde la liberación nacional, desde la doctrina de la defensa.
Son la recuperación de la legitimidad en las instituciones que había sido perdida a principios de siglo. Una reconfiguración moderna del bipartidismo para el nuevo siglo.

En la década y pico pasada, América Latina ha recuperado el rol de contención social del Estado. El Estado como promotor y protector de derechos. Esta  mirada cruza de lleno a gran parte de los más reconocidos intelectuales de la nueva izquierda latinoamericana.

Es en definitiva la recuperación de la Seguridad Social como responsabilidad indelegable del Estado.
Pero lo que ha quedado ausente en la mayoría de los debates académicos y políticos del siglo XXI es la mirada del Estado como garante de la Defensa Nacional.


La Doctrina de la Defensa Nacional

El traumático proceso por el que atravesaron varios países de la región con las Dictaduras Genocidas generó una tara cultural para asumir y promover los temas de Defensa.

Este solapamiento de la perspectiva de la Defensa Nacional (la cual no se reduce a temas militares) se ha profundizado con la derrota de la guerra por la recuperación de las Islas Malvinas y ha generado en la cultura política argentina la ausencia de una mirada estratégica y geopolítica para abordar sus problemas.

Se ha instalado la idea de que la formación de cuadros debe estar orientada para atender las consecuencias sociales de nuestra dependencia y no para construir una perspectiva que ayude a avizorar sus causas.

La perspectiva de la defensa nacional no es ideológica, es doctrinaria, es una mirada ubicada en las oportunidades para aprovechar para el pueblo de la nación los mejores factores que colaboran en determinado tiempo y espacio históricos.

No pretende la llegada a un modelo de sociedad ideal, no busca el ideal del mercado de individualidades ni el ideal de la dictadura materialista. Es una mirada ubicada sobre la realidad efectiva y concreta, tomando sus dimensiones sociales y espirituales y buscando el desarrollo de la dignidad del hombre en el marco de su montura histórica: la nación, la región, etc.

La reconstrucción del tejido social, la asistencia a los más necesitados, la protección a las poblaciones más vulnerables, son todas iniciativas y políticas públicas necesarias y urgentes. Pero no se logra detener la agresión a nuestra nación solo con ambulancias.

Es necesario ir al origen de todos nuestros problemas sociales y esto es atacar la estructura colonial y semi-dependiente de la Republica Argentina. Estructura que no deviene de la mala suerte ni de la predestinación infortunada de nuestro pueblo. La colonización y dependencia de nuestro pueblo y sus consecuencias de indignidad social son cosas que otras naciones y sus corporaciones nos están haciendo. Sin defensa no hay sociedad nacional.

La recuperación efectiva de la iniciativa norteamericana que estamos viviendo en la región en los actuales momentos se debe a la reacción que generó en el imperio del norte, el avance regional en la construcción de un andamiaje institucional para la defensa. El CDS-UNASUR (Consejo de Defensa Suramericano – UNASUR) fue la amenaza concreta a los intereses norteamericanos en la región. Su efectivización, consolidación y puesta en marcha con ejercicios conjuntos activó la alarma del imperio de que sus súbditos estaban unidos, organizados y armados.

Esta y no otra es la premura de sus acciones desestabilizadoras, golpes judiciales-parlamentarios, democracias de la dictadura mediática que se desparraman en la región con velocidad fulminante.
Aquellos dirigentes que priorizaron la transformación cultural de sus pueblos, que optaron por llevar adelante el trabajoso y complejo proceso de deconstruir los sentidos y perspectivas de vida de la propuesta colonizadora, de su modo de vida de confort y consumo, serán aquellos pueblos los que tengan más disposición a llevar sus vidas a una transformación social pues es su conciencia la que los motiva y no la obtención de un beneficio material.

Es la defensa de la cultura nacional, o la cultura de la defensa nacional, lo que ha sido bombardeado desde 1955. La sutil diplomacia cultural británica opera en los intersticios que el modelo educativo nacional deja libres.


La hegemonía de la diversidad

Objetivamente es el principal problema de los argentinos una debilidad identitaria, un espejo roto, la
fuga al infinito de su imagen en mil fragmentos inconexos. Pero este no es nuestro problema, sino  el de la Patria Grande toda, donde cada país es un fragmento de un espejo roto, por lo que es imposible resolver nuestras identidades por separado. América Latina es un espejo roto, somos latinoamericanos, con nuestra historia común, nuestras lenguas de tierra, de agua, de aire y de fuego.

Lo cultural, no como entretenimiento barato, no como souvenir turístico de una región; lo cultural como expresión particular del Espíritu de la Tierra. Esa es y debe ser nuestra cultura de la defensa. La defensa regional es la defensa de las expresiones de la tierra en sus diversidades biológicas y culturales. La defensa de una hegemonía, pero de una hegemonía novedosa y mas que particular, la hegemonía de la diversidad.

Pero esa defensa se ejerce con la densidad material de la Nación Latinoamericana, expresada en la fortaleza espiritual y material de sus habitantes. La puesta en vigor de un relacionamiento justo y armonioso de los pueblos con sus recursos naturales. Una ecología de la defensa, donde la premisa básica es la recuperación de los recursos naturales extranjerizados para su función en equilibrio ecosistémico con los habitantes de nuestro territorio. No hay defensa nacional si se trata de subsumir a un desarrollo industrial centralizado y contaminante a sus propios pueblos. No hay defensa si hay copia de modelos. Bajo la excusa de la nación en armas no vale contaminar a sus pueblos. Como tampoco resiste análisis una ecología estéril que preserve para el lujo de un pequeño grupo hábitats puros, plenos del deleite excluyente.

La ecuación es Defensa Regional para la recuperación de nuestros Recursos Naturales en el marco del paradigma que iremos inventando con la colectiva creatividad humana.  Paradigma que ya se expresa con rasgos sutilmente aprehensibles en el respeto a las nuevas tendencias del Espíritu que es sin más su expresión en armonía de la Nueva Hegemonía de la Diversidad. Una nueva  diversidad hegemónica, biologica y cultural.

Prof. Lic. Gustavo Adolfo Koenig

Maestrando en Defensa Nacional

1 comentario:

Anónimo dijo...

esta muy bien la postura, utópica por donde se la mire, pero bien planteada.