Llaman desarrollo al engorde...
y crisis a la faena
Como nos gustan las gringas. Así altas, rubias y de ojos azules. La paramos al lado de una criollita nuestra, morocha, petizona y retacona… ni hablar... Nos gustan las gringas. Porque son perfectas. Con la piel lisita. Como los tomates que vi el otro día en la verdulería. Redonditos y pulidos, casi una pelota roja de agua. No como esos tomates de antes medios deformes llenos de gajos y mordidos por algún bichito. No. Tomates perfectos. Yo lo que vi fueron tomates perfectos, tan perfectos que parecían de plástico. Como las gringas esas que tanto nos gustan.
Y así, mientras estamos hablando de gringas y tomates estamos
hablando de política, pero política de en serio, porque políticas hay muchas y
a todos les encanta decirla como palabra mágica. Es la política compañero… Veamos.
La política de poder
Es esa que conocemos mas o menos todos, algunos la
practican, a otros los convidan y los mas opinan de vez en cuando de ella sin
que a nadie le importe un pito su opinión. Conocida con el apodo de “la rosca”
es todo lo que se hace para tener EL poder. No importa que. Tampoco importa
para que, lo único que importa es llegar ahí, a ese trono donde está el poder y
desde donde todos ahora van a obedecer. Si hay que pisar cabezas se pisan, si
hay que traicionar, se traiciona. No hay códigos, ahí ya no importa nada. Es el
paroxismo del pragmatismo. Lo único que importa son los votos, las
candidaturas, los cargos, las sonrisas hipócritas, quedar bien.
El convidado milita con furor al mejor postor de la política
de poder porque cree, intuye o sabe fehacientemente que su candidato es el
mejor. No conoce muy bien que piensa, como se maneja en la vida o si lo
invitaría a comer un asado o le presentaría a su hermana. Pero LO milita porque
es la opción de poder, el camino para llegar y desde ahí si que sí.
No hay que detenerse en elucubraciones programáticas porque
eso es cosa de troscos. Hay que tener poder y después se ve para qué. La lista
interminable de problemas complejos del país, las nuevas formas sutiles de
dominación no importan. Ya se contratará a alguien para que lo resuelva cuando
tengamos el poder, porque para eso está la guita, para usarla.
La política nacional
En uno de mis primeros trabajos me encontré con una frase
que me chocó ya de pendejo. Había que enjuagar los trapos para limpiar el piso
cada 30 minutos. Le llamaban a eso “política de trapos”. Qué lugar de mierda
para la política pensé yo, pero quería decir “forma de manejarse con los
trapos”. Es una común acepción de la palabra política, como “forma de hacer”
¿Cuál es tu política con respecto a esto o aquello? Mi política para el asado
es hacer primero el fuego, por ejemplo.
Ahora cuando se trata de algo mas alto y valioso como es una
nación, la política es la forma de hacer una nación. Esa es la política
nacional. Y para tener una política nacional hay que saber por lo menos qué es
una nación, como está, donde está, por que está como está, y que se quiere
hacer de ella.
En ese sentido estar al tanto de las nuevas formas de
dominación, como se manejan las grandes corporaciones transnacionales, como es
el sutil manejo de la sugestión de los medios, como intentan apropiarse de la
biodiversidad y de los Recursos Naturales, en qué nivel nuestro país depende de
estos actores, eso es empezar a ver los problemas de nuestra nación.
Para eso habría que empezar por recordar que teníamos una,
que fabricaba barcos y aviones con acero propio, que a esa nación de antaño la
diseñaba el propio pueblo con su trabajo, pueblo que disponía de las riquezas
de su suelo para hacer esa bella obra que era la nación Argentina. Una bella
obra de obreros obrando.
Política de trapos. Nos dejaron un balde con agua sucia y la
rutina de estrujar cada media hora. Rutina que no nos deja pensar quien nos
ensucia el agua ni para quien trabajamos.
La política de poder se disfraza de importante para estar
corriendo atrás de la pelota de lo urgente. No tiene más vuelo que el de una
gallina.
La política nacional observa como un cóndor la situación y
luego baja en picada a resolverla.
¿Cuáles son los temas que importan a nuestros militantes de
los Movimientos Sociales?
¿O deberíamos decir, Organizaciones Sociales?
Porque no es lo mismo una organización social que un
movimiento social. Un movimiento social, cual lento movimiento sísmico, es un
movimiento de la sociedad, una mudanza de pensamiento y luego de acción. Es un
corrimiento cultural.
La inseguridad es un movimiento social. La ecología es un
movimiento social. También el pragmatismo materialista.
La ley de semillas
Se viene la privatización de la semilla y no parece importar
mucho el tema. En esa sutil jugada de Monsanto perdemos todo pero nadie habla
de eso porque todos están con LA política.
Se argumentará que la burguesía nacional tendrá ahora la
capacidad de competir en las altas esferas de la tecnología de punta y será
reconocida internacionalmente como tecnología Argentina. Un orgullo. Los Grobo, la burguesía nacional del siglo
XXI.
Se argumentará que el Estado tiene que poder intervenir con
Investigación y Desarrollo en el patentamiento de las nuevas semillas, y el
actual ministro de ciencia y tecnología deberá irse a las manos con el anterior
que era mas nac & pop.
El patentamiento de las semillas es la privatización de la
vida en su origen. La semilla no puede ser privada ni estatal. Es un bien público
no estatal y a su vez un patrimonio cultural de la humanidad. Que la privaticen
es la imposibilidad de los campesinos, originarios o criollos, de mantener sus
tradiciones, sus gustos, sus culturas. Es perder la soberanía alimentaria en la
base de su concepto: elegir como y que sembramos para comer. Es dar rienda
suelta al monopolio de las semillas, al monocultivo, al control genético de lo
que sea mejor para el mercado.
La semilla mejorada busca un buen comprador. Su fin es el
negocio, no el alimento. Nos van a manejar el gusto a través de la coqueta
apariencia en las góndolas de esas bananas amarillas impecables, tomates tenis
y naranjas sin celulitis, llamativas a la vista, pero de sabor soso y aguado.
De la misma manera que hicieron que nos gusten las rubias de ver tanta película
yanqui y propaganda con modelos
importados.
El enemigo principal
Siempre nos dijeron que si no se tiene claro cuál es el
enemigo principal se está tirando tiros al pedo, por no hablar del “fuego
amigo”.
¿Y si el enemigo principal es La Ciencia?
Debemos ver de una vez por todas que la ciencia no es
neutral y que va de la mano del mercado, de los negocios, de los que tienen la
papota, de los que financian las investigaciones, de Monsanto, de los bancos. El modelo científico del poder financiero
manda a privatizar las semillas.
¿Sera que todo esto de la ciencia, la tecnología y el
progreso es un cazabobos?
¿Alguien se acuerda del sabor al pollo de campo, del tomate
en gajos, de la mazorca criolla, del zapallo cosechado con la cascara dura y
gris pero por dentro de un sabor exquisito?
Lo que importa es lo de adentro.
¿Estaremos condenados a los tomates perfectos con sabor a
nada? ¿Cómo las gringas?
La mejor genética criolla es la tradicional mezcla que no se
puede hacer en ningún laboratorio, mezclas de indios y criollos, nuestro propio
gustito orgánico, no transgénico. El sabor de nuestro suelo.
Es nuestra identidad la que está en juego. No hay argumento
económico que nos haga claudicar de lo que somos. Somos nuestras semillas, criadas
hace miles de años por nuestros abuelos. Somos ese alimento criollo que rueda
por nuestra sangre, con su particular carga de historias mamando luz de específicas
puestas de sol. Energía solar del lugar. Somos un azar único e irrepetible
vibrando en la danza de la tierra.
¡Brindemos por nuestro desarrollo! ¡Brindemos con copas
llenas de vino transgénico!
Al gran pueblo argentino…
¿Salud?
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