Hay algo que le reconozco como éxito al macrismo.
La verdad es que lograron instalar un rechazo a lo hiperpolitizado. Lograron disociar política de comunidad.
Los politizados se quejan y quejarse da a pobre, a gente problemática e inconforme.
Han logrado dar con un malestar generalizado y lo explotan muy bien.
Es el cansancio real al conflicto. El hartazgo a la pelea.
Generan los conflictos pero rechazan sus consecuencias.
A mi tambien reconozco que me cansaron los discutidores profesionales, la permanencia insoportable del conflicto. Hay algo que reconocerles. Su victoria cultural genuina es que a la mayoría de la gente le cansan los luchones a tiempo completo.
Los luchones
Esos de seño fruncido, siempre dispuestos a discutir, adictos a tener razón. ¿Qué es lo que espanta a nuestra sociedad de los luchones?
Quejosos profesionales los luchones no gozan. Sufren un sufrimiento justo y te invitan a sufrir, a que te sumes al llanto.
La derecha es muy inteligente. ¿quién quiere pasarse la vida luchando?
Mas allá del frenético porteño siempre dispuesto a vivir de novedades, a la mayoría de los argentinos lo que les importa es vivir tranquilos y los luchones te imponen la lucha en medio de la siesta.
Yo fui así. No podia vivir sin ganar discuciones. Podía estar sin comer pero de vez en cuándo me buscaba alguna discusión para saciar mi vicio y darle alimento al ego.
Tener razón se convirtió en un vicio. Arruinaba cenas familiares, parejas y amistades acusando a todos de insensibles egoístas. Despues me iba sin lavar ni un plato. Yo fui un luchón. Pero eso no significa que quiera ser un lechón. El luchón por lo menos está vivo. Al lechón se lo engorda para fin de año.
Los lechones
Esa vida aburrida del burguesote. Tiene todo y nada le interesa.
La palabra misma remite a leche, el lechón, animal que no se desteta, infantil, aniñado: ñoño.
Caprichosa e infantil es la derecha así como protestona y adolescente es la izquierda.
El lechón pregona silencioso un modo de vida burgués, ordenado, tranquilo. Pero profundamente injusto. Es caprichoso y egoísta como un niño majadero y malcriado. Quiere goce sólo para él.
Come en un rincón del chiquero, sólo y medio escondido, mirando de reojo que nadie se le acerque. Come y devora apurado para gozar sin competencia.
Quiere ganar su saciedad estomacal de modo furioso y encegecido, así como el luchón quiere ganar su saciedad mental teniendo razón en todo.
Son dos tipos distintos de saciedades y las necesidades no son lo mismo que las apetencias.
El lechón es un modo de vida aburrido, triste y burocrático, de trámite en trámite pasan sus vidas.
Se lo puede apreciar observando esas parejas o esas familias que salen a comer afuera pero no pueden conversar de nada.
Los he visto callados mirando el techo del restaurante cuándo les da vergüenza pasar mas de media hora en el teléfono.
Los he visto con los ojos abiertos sin poder mirar, con la vista perdida en el vacío, en silencios atómicamente incómodos que nunca terminan de explotar. Se aburren y se nota.
Sí hablan solo pueden charlar de cosas. Que se compraron esto o aquello, que se gastaron tanta guita en lo otro, que salió lo último de la marca tal o cuál. Un embole.
Grabarlos y difundir los audios acabaría con los problemas de insomnio en la humanidad.
Ellos tampoco gozan, solo consumen.
Lo que les pasa a los lechones es que no saben compartir. No saben compartirse. No se trata de quién pague la cuenta, eso no es compartir sino mas bien invertir en sus propios términos.
Lo que no saben hacer los lechones es darse. No son dados, ni con ellos mismos. Y no lo son porque no saben, no porque no quieren.
Les han inculcado de generación en generación un comportamiento moderado, discreto y prudente que es la jaula perfecta de su alma. No saben brindarse y es por eso que aburren los lechones.
¿Quién quiere vivir así, considerando la vida como una acumulacion de cosas en una línea de tiempo?
¿No es mas lindo y divertido compartirse, darse al otro tal cual uno es, con sus encantos y errores?
Sin embargo la contracara a los lechones no pueden ser los luchones. Básicamente porque no seducen, no invitan a un modo de vida distinto. Convocan al conflicto permanente del luchismo eterno. Es ego también el del luchón.
La épica esta lejos del clima de época.
¿Qué hay que luchar? Claro que hay que luchar, pero no todo el tiempo.
Hay que construir también el modo de vida que todos sabrán querer elegir.
Señalar con el dedo al lechón que se come todo en un rincón del chiquero no lo va a hacer cambiar de actitud.
Habrá que demostrar que se puede vivir sin ser un lechón y sin tener que por eso convertirse en un luchón que crítica todo tiempo completo. Habrá que demostrarlo simplemente compartiendo.
¿Pero cómo?
Las peñas y construcción de comunidad.
Peña significa encuentro, peñi, amigos en mapuche. Cuando me harté de discutirlo todo en la militancia encontré un refugio espiritual en las peñas.
Como primera cuestión: se bailaba mas de lo que se discutía y como pensamos con el cuerpo y no solo con la cabeza, entré en otro nivel mas profundo de adoctrinamiento.
Sentí las vueltas y contravueltas de la zamba como dimensiones del tiempo. Me vi en ojos ajenos enfrentando miradas sinceras cosa que no hacía en reuniones y plenarios, siempre pensando en ganar discusiones y en estratagemas discursivos.
Me dejé llevar por nuestra música criolla como quién se deja arrastrar por un manso río. Me fui haciendo mas argentino.
Encontré gente de confianza, por lo general del palo.
Aunque siempre la prioridad está en cuidarse y disfrutar de la ceremonia del encuentro, la peña no es boba y es anti gato.
La cosa está puesta en otro lado, en vivir plenamente con el cuerpo y el alma la ceremonia simple de ser argentinos.
Bailando, compartiendo y disfrutando del darse a los otros. Venciendo los miedos y pudores del no saber bailar, metiéndose en la primera ronda que se arme y pispear los pasos para cuándo ya se está mas ducho sacar a alguna compañera al ritual mas intimo del cortejo criollo.
El luchón observa de lejos y todo le parece una boludez que no está a la altura de su afilada capacidad intelectual, porque él es "político".
Siente que son cosas tontas las de su pueblo, que no hacen a la resolución de los problemas estructurales del país.
Todavia no se dio cuenta que todas las revoluciones pasan por el cuerpo.
Y en el otro extremo tenemos al lechón que baila como come: solo. El bailar es goce individual en la fiesta electrónica.
No hay goce de manos en contacto, ni de miradas ni mucho menos de abrazos.
Es una introspección como bailar con los auriculares.
No hay rondas, ni parejas encontrando el ritmo en grupo. Sólo un bailar solos levantando una mano al cielo con los ojos cerrados como diciendo disimuladamente a todos "acá estoy yo y miren que bien la estoy pasando" pero que nadie ose pedirme compartir mi goce.
Ni el constipado luchón ni el flemático lechón interesan como modelo al promedio cultural argentino.
El militante épico, rojo de colera, enojado y constipado espanta. Hay que aprender a construir con el otro vinculos de confianza duraderos. Desde lo micro, desde la comunidad de vecinos compañeros. Desde la amistad.
En vez de señalar constantemente las injusticias del modelo neoliberal debemos demostrar que estar de este lado es efectivamente mejor, un modo mas simple y sano de ser felices.
Debemos ser capaces de ofrecer un modelo de vida mas rico en emociones y con mejores sentimientos que el que ofrece el sistema. No alcanza con la crítica.
Hay que demostrar concretamente que sabemos vivir mejor que lo que ellos nos proponen.
Y eso es compartir. Por lo menos el luchón comparte.
Los lechones nunca podrán disimular su egoísmo.
Pero el pregonero de quejas no atrae sino mas bien aleja.
Construir una Argentina donde se pueda compartir es el desafío.
Ahí estan todavía, mas allá de todos los conflictos, eternamente las peñas.
Vallan y vean.
Quizás ahí este un atisbo del pais que queremos.
Pájaro
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